Escribe Nietszche en su segunda Intempestiva: “Cada una de las siguientes tres perspectivas históricas solo se justifica sobre un determinado fundamento y en un clima específico. En cualquier otro, se transforma en una hierba devastadora: el hombre que aspira a lo grande, si es que necesita del pasado, se apodera de este por medio de la Historia monumental. Quien, por el contrario, anhela permanecer dentro de lo habitual y añejo, cuida del pasado a modo de un historicista anticuario, y solo aquel que está oprimido por un malestar presente, y que desea a toda costa desembarazarse de esa carga, siente necesidad de una historia crítica, es decir, de una Historia que juzga y condena. Muchos males brotan del transplante indolente de las hierbas: el crítico sin angustia, el anticuario sin pietas, el conocedor de lo grande sin aptitud para lo grande, son plantas devenidas hierbas malas, cuando son extraídas de su suelo materno y, en consecuencia, degeneradas” (F. Nietzsche, “Segunda Consideración Intempestiva. Sobre la utilidad y los inconvenientes de la Historia para la vida”).

Parecería, entonces, que eso que llamamos historia se configura y, en últimas, se justifica en cuanto un juego de perspectivas; un juego bajo tres “determinados fundamentos” y tres “climas específicos”. Preámbulo para una justa memoria pretende entonces justificar los objetos de la colección de la Casa Museo Jorge Eliécer Gaitán, hipotizando tres fundamentos y tres climas bajo los cuales esos objetos procuran ser historizados, ser, en este sentido, memorables.

Nuestras hipótesis responden a la advertencia de Nietzsche: “muchos males brotan del transplante indolente de las hierbas”; responden, entonces, a perspectivas devenidas hierba sana, hierba fecunda, crecida en su suelo materno. Tres son nuestras perspectivas: la del crítico afligido (ámbito genealógico), la del anticuario con pietas (ámbito territorial) y la del conocedor de lo grande con aptitud para lo grande (ámbito cosmológico).

Preámbulo para una justa memoria configura, entonces, una fenomenología del extravío: que muy pocos de sus objetos hayan llegado a las manos del heredero al que habían sido destinados implica no solo la violencia que desvió ese destino sino también la extrema necesidad de disponer tales objetos en cuanto gérmenes de una experiencia histórica que busca su horizonte crítico, su memorabilidad, más allá de su obvia ocasión sentimental y anacrónica.

Alejandro Burgos Bernal