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Universidad Nacional de Colombia
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Sistema de Patrimonio y Museos
La Universidad Nacional de Colombia cuenta con un muy significativo acervo de colecciones de valor patrimonial. Por cada una de sus áreas del saber, la Universidad ha conservado y protegido objetos –objetos maravillosos, como quería Aristóteles; objetos donde la memoria vive más tiempo, como quería Proust– y expresiones que, como si fuesen máquinas de tiempo, nos permiten acceder a depósitos de imaginación, sabiduría, inteligencia y emoción que la misma ha ido acumulando a lo largo de los años.
Tales colecciones, bajo diversas categorías museológicas –laboratorios, museos, archivos…–, son: Geociencias, Entomología, Historia de la Medicina, Organolgía Musical, del Observatorio Astronómico Nacional, Herbario Nacional, Etnografía, Arqueología, Antropología, Ciencias Forenses, del Museo de Artes, del Museo de Arquitectura, del Museo de Historia Natural, de la Casa Museo Jorge Eliécer Gaitán Gaitán y la Biblioteca José Félix Patiño.
A la manera de las antiguas máquinas de hilar, estas colecciones entrelazan el pasado con el futuro generando, en definitiva, esa substancia con la que hilamos nuestro saber del mundo.
Las Colecciones de la Universidad Nacional generan, así, un ámbito común: el ámbito ético de la construcción de valores patrimoniales (entendidos los valores patrimoniales como principios de carácter colectivo que rigen la relación entre el ser humano y su capacidad de memoria). Ese ámbito ético es el ámbito del tiempo entrelazado: la concreta capacidad del pasado de vivir más allá de su propia época y de entrar a hacer parte de un momento histórico ulterior: el presente; la concreta y real contemporaneidad del pasado para con una época futura.
Como si se tratara de una inmensa máquina del conocimiento, las Colecciones se comportan a la manera de la famosa y hoy ejemplar Biblioteca de Aby Warburg: […] la biblioteca cambiaba con cada cambio producido en su método de investigación [el de Warburg] y con cada cambio en sus intereses […] Hablaba de “la ley de la buena vecindad”. El libro del que uno había oído hablar no era, en la mayoría de los casos, el libro que uno necesitaba. El desconocido vecino de la estantería contenía una información vital, aunque sólo por su título no se hubiera sospechado. La idea primordial era que los libros juntos –cada uno con su menor o mayor grado de información y completado con sus vecinos– guiarían mediante sus títulos al estudiante a percibir las fuerzas esenciales del espíritu humano, así como su historia.