Cómo llegar

FRAGMENTOS, Espacio de Arte y Memoria.

Martes a domingo, de 9:00 a.m. a 5:00 p.m.

Organiza: FRAGMENTOS, Espacio de Arte y Memoria, y el Museo de Arte UNAL. FRAGMENTOS hace parte del Ministerio de Cultura a través del Museo Nacional de Colombia y El Museo de Arte UNAL está adscrito a la Dirección de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de Colombia.

Curaduría: María Belén Sáez de Ibarra.

BRUMA es, sobre todo, una imagen interior surgida desde lo profundo de la memoria de Beatriz González; imágenes que aluden a la muerte violenta y a la desaparición forzada. BRUMA es una imagen prerretiniana, donde Beatriz González cuenta desde adentro con una iconografía que ha interiorizado tanto en una vida que ya no corresponde a una representación, sino a una encriptación de la memoria. Esto hace que estas pinturas sean eternas.

María Belén Sáez de Ibarra, curadora.

Para celebrar a la maestra Beatriz González, FRAGMENTOS, Espacio de Arte y Memoria, en alianza con el Museo de Arte UNAL, presenta BRUMA, una exposición que recoge su propuesta artística más reciente. Con la curaduría de María Belén Sáez de Ibarra, BRUMA es una conmemoración de la desaparición forzada a través de las pinturas de Beatriz González; una memoria cubierta por la BRUMA que aún no devela tantas historias, tantos nombres, tantas vidas deshechas, tanta verdad. La muestra exhibe 27 obras reunidas alrededor de A posteriori, una gran instalación realizada en papel de colgadura comisionada para esta exposición, con la que sus Auras anónimas, obra que configura el monumento en los columbarios del Cementerio Central de Bogotá, que aún espera su consolidación como espacio público y su restauración, se traslada simbólicamente al contramonumento FRAGMENTOS para seguir resistiendo. Se suman a esta gran instalación más de 20 pinturas recientes y 6 libretas de dibujo. BRUMA es también el feliz encuentro de Beatriz González y Doris Salcedo, dos de las artistas más representativas del arte contemporáneo, maestra y alumna, que han dedicado su trabajo a develar la historia de nuestro país. Esta exposición se inauguró el jueves 15 de septiembre de 2022 a las 6:00 p. m. Estará abierta hasta mayo de 2023. Entrada libre.

A comienzo de 2022, Doris Salcedo invitó a la maestra Beatriz González a exhibir en FRAGMENTOS alrededor de 900 lápidas de Auras anónimas en su estado de afectación actual, que atestigua su historia de lucha por la supervivencia, pero el proyecto encontró dificultades de conservación y cronograma que imposibilitaron su ejecución. La obra permanece custodiando este lugar. Este hecho se convirtió en una oportunidad creativa que extendió la vida de Auras anónimas en un nuevo trabajo de la artista, titulado A posteriori, donde seis de los ocho dibujos originales de Cargueros se repiten en pinturas convertidas en papel de colgadura, con tonos amarillos envejecidos por el tiempo, enmarcados en el negro robusto del arco de sus lápidas. Así, los cargueros repiten sus marchas fúnebres a lo largo y ancho de la sala principal de FRAGMENTOS, pero sus contornos ahora son difusos, etéreos.

«Aquí se retoma la intención que tiene mi obra, que es la repetición, porque hay que insistir mucho en Colombia, en ciertas frases, en ciertos pensamientos; es una insistencia en la situación del país, es una insistencia en que no se repita más», señala Beatriz González.

BRUMA también contiene una vitrina de quince metros como recurso de exhibición, donde se muestran otros personajes de Beatriz González que existen en las lápidas del cementerio de San Lorenzo, en Medellín. Son los Excavadores, cuyas figuras anónimas y sombrías cavan en la oscuridad incierta de la tierra. Así, también se incluye su reciente serie Funebria, donde pueden observarse trabajadores que, armados de pico y pala, abren cavidades rectangulares, nichos de muerte, sin la certeza de que cavan para enterrar o para exhumar cuerpos. Su oficio, como el de los cargueros, ha sido forzado a transformarse por la realidad nacional. Los cargueros ya no transportan alimentos ni los campesinos cavan para cosecharlos, ahora los primeros cargan bultos de muertos y los excavadores escarban la tierra para encontrarlos. Sus herramientas, tan antiguas como la agricultura, tienen un nuevo uso: los palos, costales, picas y palas ya no son símbolos del trabajo para la vida, ahora son herramientas que transportan o buscan los cuerpos de los desaparecidos.

Esta serie surge de las noticias de prensa, cuando en diciembre de 2019 se publicaron los hallazgos de fosas comunes en el cementerio Las Mercedes, del municipio de Dabeiba, Antioquia, donde fueron hallados los cuerpos de decenas de jóvenes campesinos asesinados por las fuerzas armadas de Colombia, quienes fueron engañados con promesas de trabajo y luego dados de baja haciéndolos pasar por miembros de las guerrillas muertos en combate. A partir de estas fotos periodísticas, según el proceso que acostumbra Beatriz González, se plantean planos pictóricos que transfiguran los excavadores cubiertos con trajes blancos que abren zanjas rectangulares entre la tierra y que, a simple vista, parecen arqueólogos. La arqueología de este crimen de lesa humanidad que ha venido haciendo el tribunal de la Justicia Especial para la Paz (JEP), deja ver que la cifra de desaparecidos entre 2002 y 2008 supera los 6400.

Estas imágenes se expresan a través de la BRUMA, es decir, desde esa falta de claridad que enturbia la mente y que rodea a ciertos sucesos, donde las figuras se hacen difusas y se convierten en lo que Beatriz González llama las «antisiluetas». Estas son figuras incomprensibles e ininteligibles, porque así es la situación nacional. En las pinturas pueden apreciarse unas «antisiluetas» que parecen estar en movimiento, que se funden con el paisaje rural investido de duelo, donde el negro se impone en las figuras y fosas, y se diluye con el azul de un cielo que recibe la noche, así como con los amarillos y verdes esmeralda que cubren las tragedias debajo de ellos.

«Me esforcé en buscar unos colores que son más referidos al duelo, porque son oscuros, como el negro sobre los zafiros de los cielos, que voy echando capa sobre capa sobre capa, con veladura. Siempre he usado la veladura, pero ahora más, para que nada tenga contorno porque así es la memoria traumática, nunca es clara», señala Beatriz González.

Y bajo esta BRUMA que todo lo cubre, pues todos estamos cubiertos por ella, incluso las auras, también aparecen óleos de años anteriores, como Dolores (2000), Verónica (2003) y Cada uno con su ofrenda (2010), acompañados de pinturas recientes, como Friso del duelo (2017), Enterrador de Barranca (2019), Variaciones de la Paz (2019), Miedo-Pánico I y II (2019), Libreta Funebria (2019), Da-ve-y-va I y II (2020), Cinta amarilla difusa (2020), Silueta de hombre con pica (2020), Panorámica agreste (2021), Proyecto Telón de Guerra y Paz I –Guerra (2021) y Cargueros con montañas (2022), entre otras obras, además de seis libretas de dibujos que van del óleo al grafito, el carboncillo y la sanguina.

Siluetas borrosas, como si el viento hubiera borrado la cara, las manos, los miembros. Hombres y mujeres que cavan y buscan. A veces desentierran. Alguien entregó un ataúd con «los huesos dueños de una historia secreta», como en el verso de José Emilio Pacheco que nombra A cada uno con su ofrenda. Unos mamos en la Sierra Nevada de Santa Marta cantan con flautas la restitución de la tierra entre la niebla azul. Mujeres con cuerpos violentados han muerto con torsos y gestos crispados. Son muñones apenas. Cargueros con cuerpos cruzan montañas y parajes. También están borrados. Una mujer se cubre el rostro con ambas manos, no puede ver, no puede saber, no puede decir, sabemos que llora. La acompaña Verónica, la impronta sin vida del rostro de Beatriz González pintado por sí misma, que frente a Dolores es un manto de empatía sagrada.

Fragmento del texto curatorial de María Belén Sáez de Ibarra.

Para las víctimas de la desaparición, la justicia, la verdad y la reparación pasan primero por la identificación y la entrega de los cuerpos. BRUMA imagina cerrar el nicho de las tumbas vacías y el ciclo de las ánimas para que puedan conseguir su descanso, así como el de los cargueros y los excavadores. Hablar de reconciliación es retórico sin que se den también profundas formas de empatía y verdadera justicia.

 

Beatriz González

Bucaramanga, 1932.

 

Maestra en Bellas Artes (1962) de la Universidad de los Andes, Bogotá. Cursó grabado en la Academia de Bellas Artes de Rotterdam, Holanda (1966). Maestra honoris causa en Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia (2000). Premio Vida y Obra del Ministerio de Cultura (2006) y Doctora honoris causa de la Universidad de los Andes (2020). Su obra se ha expuesto en el país y el resto del mundo desde hace más de seis décadas en reconocidas instituciones, como Documenta 14 en Atenas y Kassel, el Museo de Bellas Artes de Houston, CAPC Burdeos, el Museo de Arte Reina Sofía en Madrid, el Instituto de Arte Contemporáneo en Berlín, el Museo de Arte Mori en Tokio; MoMA en Nueva York y el Tate Modern en Londres, entre los más recientes. Su obra hace parte de prestigiosas colecciones, como el Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia, el Museo Nacional de Colombia, el Museo de Arte Miguel Urrutia, el Museo de Arte de Antioquia, el MoMA, la Tate Modern, Fine Art de Houston, Bellas Artes de Caracas, Museo de Arte Reina Sofía, Deutsche Bank en Fráncfort del Meno, entre otros.

De manera paralela a su práctica artística, Beatriz González se ha desempeñado como curadora, historiadora del arte y educadora. Fue fundadora y directora del Departamento de Educación del Museo de Arte Moderno (1970-1983). Se desempeñó como curadora de Arte e Historia del Museo Nacional de Colombia (1989-2004) y como curadora, investigadora y miembro del comité de artes plásticas del Banco de la República (1985-2010). Desde 1977 trabaja en investigaciones sobre museología, historia del arte y caricatura, y ha realizado múltiples publicaciones.

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