Lo que ocurrió en el Palacio de Justicia sigue siendo una narración fragmentada. Las versiones se superponen, se contradicen, se borran. Algunas secuencias han sido reconstruidas, pero la impunidad prevalece. A cuarenta años, aún es necesario nombrar la ausencia, restituir la dignidad, y levantar un altar para las víctimas y su memoria.

El 6 y 7 de noviembre de 1985, el grupo M-19 tomó el Palacio de Justicia en Bogotá. Durante la retoma militar murieron más de 90 personas, incluidos 11 magistrados, y al menos 11 civiles fueron desaparecidos.

La justicia colombiana y la Corte Interamericana de Derechos Humanos han reconocido desapariciones forzadas, tortura y ejecuciones extrajudiciales cometidas por agentes del Estado. A pesar de algunos fallos y actos de reparación, la mayoría de los crímenes siguen en la impunidad.

ACCIÓN DE MEMORIA

En el proscenio del Auditorio se instalará un altar de memoria como están haciendo esta semana los mexicanos. Estará compuesto por flores amarillas y crisantemos, velones encendidos, una vasija de barro con agua, papeles picados y otros elementos simbólicos del recuerdo. Quienes lo deseen podrán colocar la fotografía de sus seres queridos desaparecidos o fallecidos, como gesto íntimo y colectivo de memoria. Este altar es una invitación al recogimiento, al reconocimiento y al derecho a no olvidar.

Tania León (Cuba/EE. UU.)

Es una de las compositoras más influyentes del siglo XXI. Su obra, atravesada por la migración, el mestizaje y la resistencia, combina raíces afrocubanas, estructuras contemporáneas y búsquedas espirituales. En piezas como Momentum, Rituál y Mística, León entrelaza energía rítmica, memoria ancestral y exploración interior. Estas obras no solo revelan su lenguaje propio, sino también su apuesta ética: una música que resiste el olvido, evoca la presencia y afirma la dignidad del cuerpo sonoro.

Gabriela Ortiz

Es una de las voces más potentes de la creación musical latinoamericana. Su obra entrelaza tradición popular, pensamiento contemporáneo y conciencia histórica, dando forma sonora a los ecos profundos de nuestros pueblos. En Altar de Muertos, el rito se convierte en lenguaje vivo: una estructura vital que nos permite nombrar la ausencia, pero también superar el trauma del silencio. Esta música no busca clausurar el duelo, sino abrir un espacio común donde la memoria pueda respirar. En el contexto de este programa, Altar de Muertos suena como un gesto de resistencia frente al vacío doble: el de las vidas truncadas, y el de una narración aún fragmentada de lo que verdaderamente ocurrió.

Jacqueline Nova

Fue una pionera radical de la música experimental en América Latina. Su obra desbordó los límites de lo académico y lo canónico para abrir una grieta sonora desde donde pensar el cuerpo, el lenguaje y el horror. Transiciones, escrita para piano solo, se despliega como un pensamiento fragmentado, inquieto, que habita el umbral entre lo íntimo y lo político. Nova no solo interrumpe el relato oficial: lo revienta, lo suspende, lo obliga a escuchar el temblor de lo que permanece sin nombre.