- A partir del sábado 07 de abril de 2018.
- Casa Museo Jorge Eliécer Gaitán
Cómo llegar
Casa Museo Jorge Eliécer Gaitán
- Calle 42 No. 15-52.
LOS NACIMIENTOS DE JORGE ELIECER GAITÁN AYALA
Hoy que conmemoramos 115 años del nacimiento de Jorge Eliécer Gaitán –y también 70 años de su muerte–, tal vez no sea vacuo o necio preguntarnos por ese espacio real de experiencia que funda un horizonte de expectativa (cuando no de franca redención) y que nos hemos acostumbrado a llamar el pasado.
Preguntarnos, mejor dicho, por el pasado en cuanto experiencia (ese profundo sentido de realidad que entraña la necesidad de una ética) más allá, o más acá, de nuestra conformista disposición al recuerdo.
Bajo esta premisa de memorabilidad la Casa Museo Jorge Eliécer Gaitán inaugura el sábado 7 de abril dos nuevas visitas guiadas que pretenden disponer la conmemoración de una vida como espacio real de experiencia de un tiempo que perdura pues cargado de tensiones, un tiempo que ya no es homogéneo ni vacío.
La primera, “Los nacimientos de Jorge Eliécer Gaitán Ayala”, elabora la posibilidad de una memoria conmemorativa ya no solo cíclica y luctuosa, sino también y sobretodo, profundamente transformadora.
La segunda, “Entre el reloj y la vitrola: las máquinas memoriosas de la Casa Museo Gaitán”, pretende oponer al tiempo objetivado de los relojes, ese tiempo rebosante de memoria de los calendarios.
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Con frecuencia son las madres de los grandes lideres populares quienes les inculcan esa honda e inequívoca certidumbre de seres predestinados al servicio de una causa colectiva.
Desde que sus hijos están pequeñitos ellas reciben el “mensaje”. Unas veces del Ángel San Gabriel, otras, de voces interiores que les dicen que tienen como destino vital criar a quien salvará a su pueblo. Eso puede explicar el por qué –como lo señala Miguel Urrutia en su estudio sobre el sindicalismo en Colombia– la mayoría de los lideres sindicales en Colombia son hijos de maestras de escuela. Estas, cuando son pedagogas de verdad –como era el caso de mi abuela– buscan formar seres con sentido social y proyecciones colectivas. Más aún cuando se trata de sus hijos y con mayor razón tratándose de Jorgito, como siempre le dijo a Jorge Eliécer Gaitán doña Manuelita Ayala Beltrán, madre de siete hijos más, uno de su primer matrimonio con don Domingo Forero, hombre a quien adoró, y seis de don Eliécer Gaitán Otálora, librero, a quien esposó tras enviudar cuando era aún muy joven. Al primero de los hijos de este, que nació el 26 de enero de 1898 y murió de pocos meses, lo llamaron Jorge Eliécer, razón por la cual cuando nació el segundo de los hijos lo bautizaron con el mismo nombre, lo que ha hecho creer a mucha gente que mi padre nació en ese año y no el 23 de enero de 1903, como realmente sucedió.
[Gloria Gaitán Jaramillo, Bolívar tuvo un caballo blanco, mi papá un Buick. Bogotá: Ediciones Proa, 1998, p. 53].
Gaitán nació en Bogotá en 1903. Nació en el barrio Las Cruces, al oriente, desde donde se divisa toda la sabana y en los días despejados se ven imponentes los tres nevados de la cordillera central de los Andes. El barrio Las Cruces, en ese entonces, era uno de los más tradicionales de la ciudad; incluso hay quienes afirman que fue allí y no en el Chorro de Quevedo donde los españoles de la Conquista erigieron doce chozas de paja, oficiaron la primera misa y proclamaron esas tierras como suyas. En sus comienzos el barrio fue habitado por trabajadores pobres de los chircales y por indígenas, pero después de la revolución comunera sería poblado por una horda de comerciantes que mercadeaban en la Plaza Central de las Cruces, hoy conocida como Plaza de Bolívar, centro del poder ejecutivo de Colombia: alrededor está el Capitolio, el Palacio de Justicia, la casa presidencial, la Catedral primada y la Alcaldía.
Es muy importante resaltar que nuestro caudillo, el de todos, el que nos mataron, haya nacido en ese preciso lugar. Porque fue justo allí donde empezó el rumor de la revolución en el siglo XIX; sus pobladores desde siempre han tenido enquistadas en los huesos las ideas más radicales del pensamiento liberal. Aún hoy, aunque el barrio sea uno más de los elementos del desastre, como todo el país sin Gaitán, sigue siendo un barrio libertario. Gaitán fue niño en Las Cruces, en la calle 1 número 8-24, donde hoy en día funciona un restaurante popular y corriente, y donde campea una esmirriada placa en su honor. Fue hijo de doña Manuela Ayala y Eliécer Gaitán. Su madre era maestra de escuela, su padre era dueño de una librería de viejo, quizá de las más importantes del sector. La ecuación comienza a tener sentido cuando se nombra. Pedagogía más libros más barrio libertario más amigos más muchos hermanos más horizonte de nevados y atardeceres, tendría que dar como resultado un Jorge Eliécer Gaitán. Pero no. Falta la suma de todo su espíritu, ese algo que lo habitaba, el je ne sais quoi o el diablillo o el duende o el ángel, como se prefiera.
[Cristian Valencia, Gaitán vive bajo los puentes. Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 2021, p. 6].
Gaitán desconcertó a sus contemporáneos. Nacido en 1903 de una familia de la clase media baja con aspiraciones burguesas, asaltó los baluartes de la sociedad bogotana a fuerza de ser impredecible e inconocible. Este hombre de tez oscura con el inolvidable pasado indígena de la nación trazado en su rostro, no coexistía fácilmente con los convivialistas, quienes se ufanaban de su ancestro hispánico. Se entendía con ellos cuando a puerta cerrada empleaba sus mismas frases pulidas; los vituperaba por sus compromisos en la plaza pública, usando el lenguaje del pueblo en su vitriólica oratoria. Ni exponente de las tradiciones políticas de las élites, ni hombre del pueblo, no encajaba en los refinados comportamientos de la clase alta, dentro de la cual se abrió paso, ni en la vida oscura del pueblo que a toda costa quería dejar atrás.
Sin embargo, Gaitán fue un pensador y un político de notable consistencia. Las confusiones que creaba no procedían de contradicciones internas ni de flaquezas de su carácter. Surgían porque sus ideas y sus políticas eran un continuo experimento a través de un viaje no navegado entre los políticos y el pueblo. En su propia transición como parte de un pueblo menospreciado hacia una posición de respeto y de mando, colmó la brecha que separaba a los jefes de sus seguidores. Gaitán representa el paso histórico de su sociedad de un orden netamente dividido entre unos cuantos y una masa amorfa, a otro de proporciones burguesas definido por los logros y los méritos del individuo.
[Herbert Braun, Mataron a Gaitán. Bogotá: Aguilar, 2008, p. 73].