Auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional de Colombia

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PROGRAMA

 

Bruckner, Anton (1824-1896) — Sinfonía n.º 3:

I. Mehr langsam, misterioso
II. Adagio, bewegt, quasi Andante
III. Ziemlich schnell
IV. Allegro

ANTON BRUCKNER: 200 AÑOS DE IDEAS SINFÓNICAS

Orquesta Filarmónica de Bogotá — Director invitado: Niels Muus (Dinamarca)

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NOTAS AL PROGRAMA. Por Ellie Anne Duque

 
 

Bruckner, Anton (1824-1896) — Sinfonía n.º 3

 

El espléndido paisaje del sinfonismo europeo del siglo XI se complementa magistralmente con las sinfonías de Anton Bruckner (nueve de ellas numeradas y dos sin numeración), marcadas con la impronta indiscutiblemente personal del compositor. Bruckner fue un hombre profundamente religioso y en su obra, la espiritualidad se manifiesta en el carácter abstracto y meditativo de muchos de los movimientos sinfónicos que avanzan pausadamente recreando un rico colorido orquestal, casi místico y siempre subjetivo. El conocido musicólogo inglés, Deryck Cook, describió las sinfonías de Bruckner como misas para orquesta, actos de fe sinfónicos con pasajes extáticos escritos por un compositor cuya obra no tuvo acogida por el público de su tiempo. La carrera musical de Bruckner tuvo un desarrollo lento. 

 

Durante 73 años fue un asiduo estudiante de la teoría musical y un organista de virtuosismo notorio. De extracción campesina, Bruckner nunca se sintió cómodo entre la burguesía vienesa y cuando finalmente se lanzó de lleno a la composición, desarrolló un estilo muy suyo, cuyo punto de partida fue la “Novena Sinfonía” de Beethoven y su inspiración, la obra de Richard Wagner. Precisamente, lo que muchos de sus contemporáneos cuestionaron en la obra sinfónica de Bruckner fue el apego a la música de Wagner y el confinamiento de su pensamiento a una orquesta de proporciones comunes para la época, pues esperaban que de alguna forma trascendiera o desarrollara las pautas establecidas por Wagner y no que las adaptara a su propia estética.

 

Aunque dedicó grandes esfuerzos a la enseñanza de la música, Bruckner no creó una “escuela” de composición propia. Rara vez tuvo oportunidad de escuchar la ejecución de sus obras en vivo. Incesantemente corregía lo ya escrito, revisando, puliendo y esperando con su humildad característica, una oportunidad para escuchar sus obras. La “Cuarta Sinfonía”, por ejemplo, sufrió revisiones en 1873, 781 y 1889 y de ella existen tres versiones diferentes. En esta obra, las ideas formales de Beethoven y Schubert se amalgaman con los amplios gestos armónicos, temáticos y rítmicos de Wagner. La originalidad de los procedimientos sinfónicos de Bruckner radica en la presentación de bloques temáticos, a veces, inconexos, repartidos entre diferentes instrumentos de la orquesta, sobre un vibrante telón de fondo. Luego de presentados los bloques, se inicia el desarrollo de los temas y motivos. El diseño formal de los movimientos en las sinfonías de Bruckner son, según Cok, como su fe: “no va ni llega, sino que está”. 

 

Si bien las sinfonías de Bruckner no giran en torno a temas, la “Tercera Sinfonía” se inicia con un llamado de la trompeta, claramente discernible como motivo rítmico y melódico. La obra es una de sus sinfonías más extensas y fue dedicada a Richard Wagner: “Al inalcanzable y mundialmente famoso maestro de poesía y música”. La admiración por Wagner se hace inconfundible en el segundo movimiento en el que uso una cita musical tomada de la ópera “Lohengrin”. Tanto por la cita, como por la dedicatoria, hay quienes se refieren a esta creación como la “Sinfonía Wagner”. Luego del llamado de la trompeta en el primer movimiento se escucha una melodía en el corno y las respuestas suaves de las cuerdas. Bruckner introduce apartes de su “Misa en Re menor” y así enfatiza el ambiente religioso y espiritual del movimiento, una amplia forma sonata, con una clara recapitulación del inicio y un cierre contundente.

 

El Adagio (algo movido) comienza de manera solemne y gentil. El compositor evoca la figura de su madre fallecida y el ambiente se torna misterioso. En este movimiento surge la cita de la ópera “Lohengrin” en medio de figuras sincopadas en los violines. El Scherzo (bastante rápido) ofrece un contraste bienvenido, con temas fuertes y rítmicos, si bien hay espacio para melodías dulces antes de que se entone el Trío, pleno de modulaciones armónicas. El movimiento final de la sinfonía fue cambiado no solo por el compositor, sino por su alumno Franz Schalk. Originalmente, fue un movimiento extenso y sincopado, que a través de las revisiones adquirió dimensiones más pequeñas y un ritmo vivo, pero organizado de manera más predecible y regular. El tiempo del movimiento es rápido y la melodía de la trompeta, del primer movimiento, hace su aparición. La sinfonía fue estrenada por la Orquesta Filarmónica de Viena en diciembre de 1877, bajo la dirección del compositor.

 

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Textos cortesía de la Orquesta Filarmónica de Bogotá.