Entre lo Divino y lo Profano


“El mito es tan ondulante y contradictorio que en principio no se descubre su unidad…la mujer es Eva y la Virgen María al mismo tiempo. Es un ídolo, una sirvienta, la fuente de la vida, una potencia de las tinieblas, es el silencio elemental de la verdad, es artífice, charlatana y mentirosa; es la que cura y la bruja; es la presa del hombre, es su pérdida, es todo lo que él no es y quiere tener, su negación y su razón de ser “

Simone de Beauvior. «El segundo sexo. Los hechos y los mitos.» (1977)

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Era extraño que, hasta Jane Austen, todos los personajes femeninos importantes de la literatura no solo hubieran sido vistos exclusivamente por el otro sexo, sino desde el punto de vista de su relación con el otro sexo. Y esta es una parte tan pequeña de la vida de una mujer… Y qué poco puede un hombre saber siquiera de esto observándolo a través de las gafas negras o rosadas que la sexualidad le coloca sobre la nariz. De ahí, quizá, la naturaleza peculiar de la mujer en la literatura; los sorprendentes extremos de su belleza y su horror; su alternar entre una bondad celestial y una depravación infernal.

Virginia Woolf. «La habitación propia» (2001)


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Entre los 1646 grabados que hacen parte de la Colección Pizano se encuentran documentadas apenas dos artistas femeninas en roles que impliquen la creación artística, en este ámbito las mujeres se han visto por mucho tiempo relegadas a un papel pasivo, ser representadas o vistas como musas que dan inspiración a los hombres para crear sus obras.

Este fenómeno de objetivación no es aislado, más bien que refleja una tendencia arraigada en la sociedad, donde los arquetipos sobre la mujer han permeado tanto las imágenes cultas como las transmitidas por los medios de comunicación masivos. Estos encuentran su justificación en el discurso histórico masculino sobre el cuerpo, la psicología y la imagen de lo femenino, que ha mantenido un enfoque androcéntrico y ha variado relativamente poco a lo largo del tiempo.

El cuerpo de la mujer a través de sus múltiples personificaciones ha sido instrumentalizado para representar el orden moral y su trasgresión, convirtiéndose en un símbolo que identifica dicho orden desde el nacimiento y a lo largo de nuestra vida cotidiana.

Para comprender este fenómeno resulta crucial emplear el concepto de los arquetipos, estas formas preconcebidas actúan sobre los individuos, determinando sus acciones y comportamientos. Desde esta perspectiva, el análisis de la presencia de la mujer como imagen colectiva revela las diversas funciones psicosociales que estas representaciones han desempeñado a lo largo de la historia, moldeando las concepciones sociales sobre el “deber ser” de la mujer a lo largo de la historia y hasta nuestros días.

Al ver los grabados podemos reconocer en cada obra uno o varios arquetipos:

Madre: la que da vida – la fertilidad. / Cuidadora: bondadosa – protectora – da alimento físico o espiritual / Seductora: la tentación – daña al inocente (culpable de las desgracias) / Mujer fatal: Su cuerpo es el lugar del pecado – la pasión. / Santa: Inmune al pecado – virtuosa – sumisa – etérea. / Virgen: La pureza – la blancura y la belleza – No tiene sexo / Bruja: mujer madura – solterona – amargada – fea.

¿Cuáles más podrían identificarse?

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«Nubes» ver+

«¿Original, copia, versión o inspiración? Usted decide.» ver+

«Mis máscaras y yo» ver+

«¿Habrá siempre una guerra que contar?» ver+

«No puedo intervenir, es un Evento Canónico.» ver+



«SIGNOS de los TIEMPOS» ver+

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