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(Bolonia, 1560-Roma, 1609). Pintor italiano. Figura capital en la historia del clasicismo seiscentista, hermano de Agostino y primo hermano de Ludovico, es artista de fortísima influencia posterior. Se educó primero como grabador junto a su hermano Agostino y formó con él y su primo, hacia 1582, la Academia de los Desiderosi, que luego fue de los Incamminati, con la intención de superar las formas recibidas y enriquecer la formación de los artistas con el conocimiento de la literatura y el estudio del natural olvidado por el cultivo de la maniera. Pronto emprendió un camino propio como pintor, rompiendo de un modo muy personal con el manierismo predominante en Bolonia y atendiendo a un naturalismo de fuerte carácter, visible también en Bartolomeo Passarotti. Las enseñanzas de la Academia insistían en la conveniencia del dibujo del natural como preparación de los lienzos, por lo que se han conservado muchos estudios de desnudos y de figuras populares, animales y objetos domésticos, sorprendentes por su viveza. También son los Carracci, especialmente Annibale, los iniciadores del género de la caricatura, que implica una observación atenta de los rasgos más característicos de la personalidad humana individual. Sin embargo, en sus composiciones religiosas o mitológicas se expresa con una serenidad que hace revivir los modelos clásicos del renacimiento pero dotándolos de una grandiosidad que anuncia el barroco pleno. También en la técnica del óleo se muestra libre a la manera veneciana, usando a veces el pincel con extrema soltura. A su primer tiempo corresponden obras como La carnicería (Christ Church, Oxford) o el Comedor de habas (Galleria Colonna, Roma), fechables hacia 1580. Entre 1583 y 1584 colabora con su hermano y su primo en la decoración del Palacio Fava en Bolonia, con frescos de una gran elegancia y un colorido a la manera veneciana. Viajes a Parma y a Venecia le familiarizaron con Correggio y Tiziano que ejercerán una gran influencia sobre él. A este momento responden las más importantes obras que de él conserva el Prado: Venus y Adonis y Asunción de la Virgen. En 1595 es llamado a Roma por el cardenal Odoardo Farnesio para decorar su palacio. Allí, en contacto con la obra de Rafael y Miguel Ángel, termina de madurar su estilo con la asimilación, perfectamente personal, de cuanto ha visto y le ha sido consonante. Acusado de eclecticismo por la crítica decimonónica, es considerado en la actualidad como un verdadero creador que en sus obras romanas ha dejado modelos de soberana belleza. La decoración de la galería del Palacio Farnesio (1597-1600), donde se presentan -siguiendo a Ovidio- los amores de los dioses, en nobilísimas composiciones, constituyó por mucho tiempo, el modelo ideal de belleza y armonía clásica donde aúna la más idílica interpretación del relato literario con una precisa observación de la naturaleza, en donde bebieron no solo sus muchos discípulos (Albani, Domenichino, Lanfranco, etc.), sino incluso Rubens. A la vez desarrolla una visión del paisaje que va adquiriendo importancia y desarrollo protagonista sobre la anécdota religiosa o profana que en él se presenta (Huida a Egipto, Galleria Doria Pamphilj, Roma) dentro de un espíritu de reposo solemne y delicada melancolía que tendrá eco directo en Poussin y Claudio de Lorena. En sus últimos años le invadió una grave depresión que le impedía pintar, pero la atención de sus discípulos y colaboradores, trabajando sobre sus dibujos e ideas, logró llevar a cabo ciclos importantes al fresco, como el de la Capilla Herrera, en Santiago de los Españoles de Roma con escenas de la vida de san Diego de Alcalá y figuras de santos (del que el Prado y el Museo de Barcelona guardan importantes fragmentos) y cuadros devocionales de gran fuerza emocional y grandiosa y severa composición (Piedades en National Gallery, Londres; Kunsthistorisches Museum, Viena; y Galleria Doria Pamphilj, Roma). Su influencia fue enorme y, tras un cierto olvido, hoy se le reconoce como uno de los creadores del arte moderno, en no menor medida que Caravaggio, tan distinto de él pero igualmente opuesto a los «caprichos» del manierismo. (Alfonso E. Pérez Sánchez / Museo del Prado)