
- Sábado 8 de febrero de 2025 — 4:00 p.m.
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Entrada libre hasta completar aforo
PULEP: WKZ560
- Avenida Carrera 30 # 45‑03 Ed. 104 - Bogotá, D.C., Colombia.
- Entrada vehicular por la calle 53.
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PROGRAMA
» Wolfgang Amadeus Mozart — Sinfonía n.º 29 en La mayor, K. 201
» Ludwig van Beethoven — Sinfonía n.º 1 en Do mayor, Op. 21
En su trabajo conjunto por la música, la Orquesta Filarmónica de Bogotá y el Auditorio León de Greiff UNAL presentan
DE MOZART A BEETHOVEN: DOS SINFONÍAS VIENESAS
Director: Rubián Zuluaga
Más de 40 años de cooperación por la música entre la Orquesta Filarmónica de Bogotá y el Auditorio León de Greiff UNAL
El público se deleitó con una selección de obras musicales de Mozart y Beethoven, bajo la dirección del maestro Rubián Zuluaga.
NOTAS AL PROGRAMA
Por: Carolina Conti
En la obra de Wolfgang Amadeus Mozart encontramos 41 sinfonías que desde su creación han sido un referente indiscutible en la historia de la música y en el estilo del Clasicismo.
El año anterior al de la composición de sus célebres conciertos para violín, es decir, 1774, Mozart compuso, entre otras obras, tres sinfonías. Hoy escuchamos un de ellas, la “Sinfonía No. 29 en La mayor, K 201”. Con 18 años, el denominado ‘Genio de Salzburgo’, escribió esta obra en la que confluye el conocimiento sinfónico que había adquirido en sus viajes, especialmente las obras de Johann Christian Bach que había escuchado en Londres durante su época de infancia.
Aquí encontramos un lenguaje más elaborado y personal, por ejemplo, en el inicio de la obra, fragmento para el que el compositor opta por una introducción suave y graciosa a partir de la que va construyendo una sonoridad rica en texturas y diálogos.
La “Sinfonía No. 29 en La mayor, K 201” nació en un momento de gran creatividad de Mozart en Salzburgo después de un viaje con su padre, en el que Leopold fracasó en conseguir un puesto para su hijo en Viena.
De esa misma época data el primer “Quinteto para cuerda, K174”, el primer “Concierto para piano K 175” y las “Sinfonías No. 28 y No. 30”, que conforman con la “No. 29” una especie de tríptico de madurez de su estilo, audaz e ingenioso que evolucionará en los siguientes años.
Por: Ellie Anne Duque
La “Primera Sinfonía” (“Sinfonía No. 1 en Do mayor”) de Beethoven se estrenó en abril de 1800 y así, de manera casi profética, el comienzo de un nuevo siglo coincidió con el inicio de una de las más brillantes carreras musicales de todos los tiempos. Hasta esa fecha, Beethoven gozaba de una buena reputación como pianista (había compuesto ya los dos primeros conciertos para ese instrumento) y como compositor de obras de música de cámara. A partir de su primera sinfonía se revela como el más digno sucesor de Haydn y Mozart y se mostró dispuesto a conquistar al público más exquisito de Europa, el público vienés.
Esta sinfonía es la más clásica de las nueve, por su cercanía a las modelos establecidos a fines del siglo XVIII, aunque lleva el sello distintivo de su genial creador. Por ejemplo, la introducción al primer movimiento es un gesto magistral de tensión y expectativa; el segundo movimiento se basa en un tema central y evocador, la más refinada tradición aristocrática de Viena, tema que Beethoven acompañó con un contrapunto complejo y poco usual en este tipo de melodías; mientras que el tercer movimiento, denominado ‘minuet’, posee la energía característica de sus ‘scherzi futuros.
Tanto en la presentación, como en el desarrollo de los temas principales del primer movimiento, es posible reconocer aspectos propios de la instrumentación beethoveniana, sobre todo, por el empleo de ideas muy concisas (al estilo de Haydn) fragmentadas por el uso de diversos instrumentos en su presentación. En el segundo grupo de temas de este mismo movimiento, el motive, de contorno descendente es presentado inicialmente por la flauta y el oboe, y su esencia parte del concepto de la fragmentación.
Los cuatro movimientos contrastantes forman un conjunto muy sólido, norma que fue adoptada por futuros sinfonistas románticos. Entre el movimiento inicial y el último se da una unidad, no solo en lo tonal, sino en el espíritu ligero de la obra. El mayor factor de unidad lo dicta una línea de impulso ascendente que se escucha como primer tema en el primer ‘allegro’ (inmediatamente después de la introducción lenta) y al cual los violines hacen una referencia obvia en las primeros compases del ‘Allegro final’.
Beethoven había conquistado Viena, ciudad a la cual se trasladó de manera definitiva en 1790, por la excelencia de su pianismo, lo cual incluía una gran capacidad para la improvisación sobre temas dados por el público. La “Primera Sinfonía” es un ejercicio de optimismo. Escrita en Do mayor, la tonalidad considerada más sencilla y común, Beethoven logró demostrar que entendía todas las enseñanzas de sus antepasados y que, además, podía agregar unas cuantas cosas más a la composición.
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Notas cortesía de la Orquesta Filarmónica de Bogotá
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