
- Viernes 21 de febrero de 2025 — 7:30 p.m. / sábado 22 de febrero de 2025 — 4:00 p.m.
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Entrada libre hasta completar aforo
PULEP: WKZ560
- Avenida Carrera 30 # 45‑03 Ed. 104 - Bogotá, D.C., Colombia.
- Entrada vehicular por la calle 53.
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PROGRAMA
» Maurice Ravel — Ma mère l’Oye
» Maurice Ravel — Tzigane para violín y orquesta
» Richard Strauss — Till Eulenspiegel
En su trabajo conjunto por la música, la Orquesta Filarmónica de Bogotá y el Auditorio León de Greiff UNAL presentan
RAVEL & STRAUSS
Solista: Giuseppe Tejeiro — violín
Director: Ludwig Carrasco
Más de 40 años de cooperación por la música entre la Orquesta Filarmónica de Bogotá y el Auditorio León de Greiff UNAL
La Orquesta Filarmónica de Bogotá y el Auditorio León de Greiff UNAL en su trabajo conjunto por la música presentan al director mexicano invitado Ludwig Carrasco -Director titular y Director artístico de la Orquesta Sinfónica Nacional de México desde enero de 2023 y quien anteriormente ocupó el mismo cargo en la Orquesta de Cámara de Bellas Artes (México), la Orquesta Filarmónica de Querétaro (México) y la Sinfonietta Prometeo (Estados Unidos); y al solista Giuseppe Tejeiro, quien actualmente trabaja en la fila de primeros violines de la Orquesta Filarmónica de Bogotá.
El repertorio incluye las obras Ma mère l’Oye (Mi madre, la oca) y Tzigane para violín y orquesta del pianista y compositor francés Maurice Ravel -en los 150 años de su natalicio-; y Las alegres travesuras de Till Eulenspiegel, Op. 28 – poema sinfónico – del destacado compositor y director de orquesta alemán Richard Strauss.
NOTAS AL PROGRAMA
Por: Carolina Conti
En la transición del siglo XIX al XX, Francia tuvo un desarrollo cultural particular y único como se aprecia en la literatura, la pintura y también en la música. Uno de los protagonistas en el ámbito musical fue Maurice Ravel, quien definió su estilo, basado en armonías atrevidas e inesperadas que creaban novedosas sonoridades. La música era su vida. No se casó nunca ni tuvo hijos, pero el mundo infantil le atraía mucho. El compositor disfrutaba pasar tiempo con Mimi y Jean, los hijos de sus amigos los Godebski, inventando juegos e historias. Para ellos compuso Ravel la obra “Mi madre, la oca”, cinco piezas infantiles en 1910.
El compositor tomó el nombre de una popular colección de antiguos cuentos de hadas recopilada por Charles Perrault. Maurice Ravel se basó en dicha colección y en otras dos, realizadas por la Condesa d’Aulnoy y por Marie Leprince en los siglos XVII y XVIII. Se trata de música programática, es decir, que narra las historias con sonidos y efectos. Además de los títulos, Ravel incluyó en la partitura algunas pequeñas descripciones y citas de los cuentos.
Un año más tarde, es decir en 1911, el compositor hizo una versión orquestal que se convirtió, con algunos ajustes, en un ballet con once partes.
En la “Pavana de la bella durmiente”, la princesa Florina se pincha un dedo con el uso de una rueca y cae dormida por un hechizo. El hada buena aparece y con un silbido trae a dos sirvientes para que cuiden a la princesa. Los instrumentos de viento son la voz de la Bella y el contrafagot, la voz de la Bestia en “Conversaciones de la Bella y la Bestia”, donde también la música describe la transformación de la bestia en un apuesto príncipe.
“Pulgarcito” camina por el bosque, como muestran los violines, y deja trozos de pan para poder regresar. Escuchamos a los pájaros que se comen el pan y la confusión del personaje. En “Laideronnette (Feita) emperatriz de las pagodas”, la música describe el momento en que la protagonista se da un baño purificador que la libera del hechizo que la dejó con un aspecto horrible. Finalmente. En “El jardín de las hadas”, Ravel crea una maravillosa atmósfera de fantasía a través de una brillante orquestación.
Por: : Ellie Anne Duque
Aunque sencilla y de carácter decorativo, la rapsodia “Tzigane” (“Gitana”) de Ravel goza de gran popularidad porque imita el estilo gitano de la ejecución del violín, pleno de inspiración y gestos improvisatorios, para adaptarlo al estilo francés.
Obviamente, la obra acusa una gran cantidad de elementos rapsódicos: cambios de velocidad y de tiempos, soltura aparente en la concepción rítmica y presencia continua de melodías generosas e inspiradas.
La escritura para el instrumento solista es de gran dificultad, pues junto a los pasajes melodiosos se turnan ágiles escalas y arpegios, octavas, armónicos y secciones con dobles cuerdas.
Todo esto contribuye al carácter brillante de la obra. El piano, por su parte, deberá suplir las sonoridades de la orquesta y, en efecto, se encarga de imitar el arpa, las cuerdas con sordina y hasta la percusión.
Maurice Ravel escribió la obra para la violinista húngara Jelly d’Arányi (1895 – 1966) y luego creó una versión para solista y gran formato orquestal, que es la que escucharemos en esta oportunidad.
Por: : Ellie Anne Duque
En esta archipopular obra de Ravel sobresalen dos características muy propias de su gusto por el simbolismo: la frivolidad y la perfección en la forma. La frivolidad es la razón de ser de su título: la pavana se refiere a la elegancia y lentitud de la danza renacentista, pero “la infanta difunta” alude únicamente al sonido gracioso que produce la pronunciación de estas palabras en francés. Al igual que otras de sus obras orquestales, la “Pavana” constituye una instrumentación de una pieza original para el piano de 1899, época en que fue alumno de Gabriel Fauré. Aparece como pieza sinfónica en 1909.
Según el pianista Paul Crossley, la obra de Ravel tipifica las dos tendencias del pensamiento poético simbolista, resumidas en los términos ‘decadente’ y ‘estético’. La primera de ellas esconde tras los símbolos, el mundo de ideas y emociones internas del artista; la segunda sugiere, mediante la perfección de las formas, un mundo ideal al cual se aspira. “Miroirs”, “Gaspard de la Nuit” y el “Concierto para la mano izquierda” pertenecen al primer grupo y sus obras restantes para piano, al segundo.
“El Menuet Antique” y “Le Tombeau de Couperin” ofrecen rasgos característicos de la música francesa (de Chabrier el primero y de François Couperin, el segundo) pero procesados por la mente perfeccionista de Ravel. El trabajo minucioso, primero al teclado, y luego en el contexto sinfónico, caracterizó gran parte de la obra de Ravel, un consumado pianista y trabajador incansable con una gran imaginación sonora. Ravel se guió por las enseñanzas del poeta Mallarmé, quien definió el simbolismo como “el arte de evocar un objeto lentamente, para develar su estado de ánimo, o al contrario, el arte de escoger un objeto y extraer de él, un estado de ánimo”. La amalgama entre forma y contenido anímico en la obra de Ravel es evidente. De allí que su obra acuse rasgos neoclásicos, por la perfección y claridad formal y rasgos impresionistas, debido a la sutileza de la expresión.
Por: : Martha Enna Rodríguez Melo
Richard Strauss nació, vivió y trabajó dentro de la música. Su talento fue cultivado en la familia bajo la orientación paterna, con estudios de piano desde los cuatro años y violín desde los cinco, cuando compuso al piano sus dos primeras obras: “Canción de Navidad” y “Polca de los sastres”. Esta última se hizo muy popular en un arreglo que tocaba la orquesta a que pertenecía su padre. Paralelamente con los estudios escolares tuvo clases privadas de teoría, composición y orquestación desde 1875. En la Universidad de Munich estudió filosofía, estética e historia del arte. Se dice que compuso su “Concierto para violín” durante las clases. En 1884 se encontró con Hans von Bülow (1830-1894), quien fue su segundo mentor y con quien su carrera se consolidó definitivamente. Hasta 1899 su composición se centró en el poema sinfónico.
En 1895 compuso “Las travesuras de Till Eulenspiegel, Op. 28”, personaje cuya presencia se documenta en el siglo XIV como un hombre que participó de las guerras campesinas y murió de peste, pero que en las tradiciones folclóricas germánicas y bohemias se inmortalizó a través de la recopilación y narración de sus bellaquerías, recogidas en una publicación de 1515, reimpresa en 1519 y traducida en su momento al flamenco, danés, latín, sueco, checo, francés e inglés. Se ha sugerido que la lectura de “La leyenda de Till Eulenspiegel” de Charles de Coster (1827-1879) y la ópera Eulenspiegel
de Cyrill Kistler (1848-1907) a la que asistió en Weimar, motivaron a Strauss a ocuparse del personaje. Al serle solicitado por Franz Wüllner (1832-1902), quien preparaba el estreno, el programa para guiar el público, Strauss respondió: “Me es imposible facilitar un programa del Eulenspiegel. Traducido en palabras lo que yo he imaginado en cada una de las partes, resultaría extraño e incluso provocaría tal vez escándalo. Por tanto vamos a dejar esta vez que sean los mismos oyentes quienes partan la nuez que el bufón les ofrece”.
A pesar de ello cuando revisó la obra en 1943 hizo algunas anotaciones en la partitura, que constituyen en el programa inicialmente no revelado. En ellas se muestra a Till montado a caballo, entrando al mercado, esparciendo las mercaderías, asustando a las mujeres y enfureciendo a todos antes de huir a esconderse en una cueva. Luego vuelve disfrazado de clérigo, predicando sandeces hasta que lo descubren y debe escapar por segunda vez. Reaparece cortejando y pidiendo matrimonio a una joven que lo rechaza, maldice a la humanidad y jura vengarse. Se reúne luego con doctos profesores imitando el tono y lenguaje pedante de sus discursos. Finalmente es detenido, encarcelado, juzgado y condenado a morir en la horca. Strauss retrata la personalidad de Till a través de dos temas contrastantes, presentados por el corno y el clarinete respectivamente.
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Notas cortesía de la Orquesta Filarmónica de Bogotá